jueves, 1 de diciembre de 2011

Consecuencias

         «Odio mi trabajo» pensé. Aquella fría tarde de invierno, mientras los demás se quedaban en sus casas, yo repartía propaganda por los buzones. Por la mañana trabajaba de repartidor en un supermercado; después, para sacar dos duros más repartía publicidad. Pero no os creáis que por gusto, pues no tenía estudios. Para contarlo me remontaré a Primaria.
         Yo era un chico juguetón alegre y amistoso; pero, con el tiempo, las hormonas y las influencias que tenía, la cosa empezó a cambiar: me hice más rebelde, maleducado y los estudios... bueno, los estudios. el tema es que empecé a cambiar, y no precisamente a mejor , dejé de ir al colegio hacía pellas y en cuanto pude dejé el instituto. A mí me mantenían mis padres, claro tenía dieciséis años; pero yo me harté y me fui de casa. Por aquel entonces, yo trabajaba de ayudante de un electricista. Pero comenzó la crisis y me echaron por ser un incompetente sin apenas estudios. Tuve que buscar cualquier trabajo. Y aquí estoy, amargado, con frío y un montón de papelajos absurdos que tengo que echar a los buzones. ¡Ay! Si hubiera estudiado, menudo error, y si hubiera sabido lo que me esperaba fuera. Pero bueno lo hecho, hecho está y hay que asumir las consecuencias.
Juan Carlos Díaz Rodríguez
(6º)Primaria.

1 comentario:

  1. Muy bueno; aunque sería bueno que le dieras un repaso, porque encontré alguna cosa que mejorar:

    «Odio mi trabajo» pensé. Aquella fría tarde de invierno, mientras los demás se quedaban en sus casas, yo repartía propaganda por los buzones. Por la mañana trabajaba de repartidor en un supermercado; después, para sacar dos duros más, repartía publicidad. Pero no os creáis que por gusto, pues no tenía estudios. Para contarlo me remontaré a Primaria.
    Yo era un chico juguetón alegre y amistoso. Con el tiempo, las hormonas y las influencias que tenía la cosa empezó a cambiar: me hice más rebelde, maleducado, y los estudios... bueno, los estudios... El caso es que empecé a cambiar, y no precisamente a mejor: dejé de ir al colegio, hacía pellas y en cuanto pude dejé el instituto.

    A mí me mantenían mis padres, claro, tenía dieciséis años; sin embargo, me harté y me fui de casa. Por aquel entonces, trabajaba de ayudante de un electricista; pero comenzó la crisis y me echaron por ser un incompetente sin apenas estudios.

    Así que tuve que buscar cualquier trabajo. Y aquí estoy, amargado, con frío y un montón de papelajos absurdos que tengo que echar a los buzones.

    ¡Ay! Si hubiera estudiado... Menudo error... Si al menos hubiera sabido lo que me esperaba fuera...

    Pero bueno; lo hecho, hecho está y hay que asumir las consecuencias.

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