Erase una vez un pollito llamado Polín que lo tenía todo: comida, refugio, muchos amigos, a su familia… Pero no lo sabía apreciar.
Era muy antipático y no le agradecía nada a nadie. Hasta que un día, el granjero, viendo que estaba muy esmirriado, lo echó de la granja.
Al principio Polín creyó que solo era una broma, pero luego se percató poco a poco de lo que había pasado. Estaba solo. No tenía nada.
Polín pensó y pensó y se fue dando cuenta de las cosas que había en su humilde morada: no le faltaba nunca de nada.
Y entonces nuestro pequeño amigo comenzó a comer y a comer lo que la naturaleza le daba. Cuando Polín creyó que estaba bien de peso, regresó a su casa.
No volvió a ser malo nunca más, y supo ver ésta moraleja:
No esperes a perder lo que tienes para saber apreciarlo.
Elena Heras, 5º.
Buen texto en ambos sentidos: el literario y el filosófico. Ójala fuésemos conscientes en cada momento de esa gran verdad que, en la mayoría de los casos, sólo reconocemos "a toro pasado".
ResponderEliminarBueno... échale una ojeada a la corrección a ver si descubres lo que te acabo de mejorar:
Érase una vez un pollito llamado Polín que lo tenía todo: comida, refugio, muchos amigos, a su familia… Pero no lo sabía apreciar.
Polín era muy antipático y no le agradecía nada a nadie. Hasta que un día, el granjero viendo que estaba muy esmirriado, lo echó de la granja.
Al principio, Polín creyó que solo era una broma; pero luego, se percató poco a poco de lo que había pasado: estaba solo y no tenía nada.
Polín pensó y pensó, y se fue dando cuenta de las cosas que había en su humilde morada: no le faltaba nunca de nada.
Y entonces, nuestro pequeño amigo comenzó a comer y a comer lo que la naturaleza le daba.
Cuando Polín creyó que estaba bien de peso, regresó a su casa.
No volvió a ser malo nunca más, y supo ver esta moraleja:
No esperes a perder lo que tienes, para saber apreciarlo.